Por el suspiro de la helada de la mañana, Sonrojándose los labios, Que extraño sonreía la rosa ¡En el día del ayuno de septiembre! Antes de la teta revoloteando En los largos arbustos sin hojas Que atrevido actuar como reina Con un saludo primaveral en nuestros labios. Florece en una esperanza inquebrantable - Con una fría cresta de despedida, Acurrucarse al final, intoxicado ¡Al pecho de la joven ama! 22 de noviembre de 1890 |